Son tan vivos los rubores
de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
“corazones hechos flores”.
Y a pensar a veces llego:
si este árbol labios se hiciera…
¡ah, cuánto beso naciera
de tantos labios de fuego…!
Amigo: qué lindos trajes
te ha regalado el Señor;
te prefirió con su amor.
vistiéndote de celajes…
Qué bueno el cielo contigo,
árbol de la tierra mía…
Con el alma te bendigo,
porque me das tu poesía…
Bajo un jardín de celajes,
al verte estuve creyendo
que ya el sol se estaba hundiendo
adentro de tus ramajes…
Alfredo Espino.-
miércoles, 28 de septiembre de 2016
domingo, 25 de septiembre de 2016
El beisbolista que nunca existió
Quienes lo conocen saben que
alguna vez le llamaban “el Pitcher zurdo”. Jaime Galeano tiene 25 años de
trayectoria deportiva, pero son pocos los que lo recuerdan. ¿Cómo envejece una
estrella que el deporte olvidó?
Cuando
estuvo en el equipo La Centroamericana fue premiado por la Federación
Salvadoreña de Beisbol al arribar a su ponche 2140, en el lapso de 1972 a 1989
Su casa, ubicada en la colonia San Luis, es también una panadería.
Adentro hay un horno y un mostrador de vidrio en donde ofrece el pan. En una de
las paredes, pintadas de rojo, llama la atención un cuadro que enmarca una publicación
de un periódico impreso. Es una nota publicada por el Diario de Hoy, en el
2009, que lleva una pregunta como titular. “¿Qué pasó con Jaime Galeano?”.
Lo que pasó es que el mundo se
olvidó de él.
Jaime limpia el mostrador
del pan. Luego cuenta que su época como jugador de béisbol pasó hace más de una
década.
Jaime ofrece una gran variedad de pan, desde salpores, pañuelos, milonjas, entre otros. No obstante, el pan que más disfruta haciendo es la repostería.
Resulta apenas lógico que a estas alturas él se haya envejecido y se
asemeje muy poco al atleta que el país conoció en las canchas. “El Pitcher
zurdo” de los años setenta y ochenta, que acababa los partidos con algún lanzamiento
estrella, ha desaparecido. El actual
Jaime Galeano es lento, flaco, parece abuelo, su imagen ahora es la de un
panadero común, que denota ya los años. Sus manos sucias de harina reflejan el
arduo trabajo.
Galeano es el tercer hijo de un
beisbolista nicaragüense. José María Galeano, su padre, que jugó en la juvenil A, de Nicaragua, destacó
en el vecino país gracias a su excelente pitcheo.
A sus tres hijos, desde pequeños, José les inculcó el amor al deporte
que más fans tiene en Estados Unidos. En casa de los Galeano, su padre guardaba
en un cajón de metal un par de guantes de beisbol, un par de bates, diez pelotas, algunas caretas de cátcher y
espinilleras.
Jaime recuerda que con sus hermanos hurgaban en ese cajón y jugaban a
ser héroes del diamante del beisbol. Fue así hasta que su padre los puso en
cintura, pero no castigándolos, sino que enseñándoles a ser buenos jugadores.
Todas las tardes salían a pelotear enfrente de la casa. Los niños de la colonia
se acercaban a jugar, había tardes en que las zonas verdes de la comunidad parecían
un parque de beisbol. El padre de los Galeano se encargaba de organizar los
juegos, fungía como árbitro y en repetidas ocasiones aconsejaba a los infantes.
Una
de las pasiones que más disfruta hacer es jugar beisbol con sus hijos. Uno de
sus sueños era que alguno de ellos practicara su deporte, lastimosamente, todos
optaron por otra disciplina deportiva
“Mi papá se ponía a jugar con nosotros desde que
estábamos pequeños; cuando no teníamos pelotas hacíamos una con hilo o de
calcetines”, dice Jaime.
Los niños Galeano jugaban en unos campos de monte en la colonia Atlacat;
y a veces iban a las canchas de la
colonia Guatemala, en San Salvador. De todos los hermanos, Jaime era el
más interesado por el béisbol. Bien dicen que el talento se hereda. Mientras Jaime narra aquellos momentos de infancia, se acerca un
cliente. Pero al parecer, es más que eso. Jaime lo recibe con un abrazo y una
sonrisa. “Es mi hermano”, dice.
Se trata de Mario Galeano, el mayor de todos. Entra, toma una silla que está al costado de
la vitrina, y luego del saludo familiar habla de su hermano. El hermano mayor
ensalza al menor. En 1963, cuando Jaime tenía ocho años, no entraba todavía a
ningún equipo, pero su afición y gusto por el juego eran innegables. Fue hasta
que cumplió diez años que encontró un espacio en la selección infantil de El
Salvador.
La llegada de “Jaimito” a las selecciones infantiles ocurrió gracias a
los torneos infantiles que existían en aquellos años, donde cada colonia estaba
representada por un grupo de jugadores.
El torneo se realizaba en las canchas de la colonia Guatemala, y los
equipos que competían solían ser de colonias cercanas. El pitcher de la colonia
Atlacat solía destacar por encima del resto.
El talento de Jaime no fue ajeno ante los ojos de los demás. El público
se percató del buen pitcheo para un niño de tan corta edad, y los entrenadores
nacionales se interesaron por él.
En 1965, Salvador Panameño, entrenador nacional y del equipo El
Constancia, se acercó a Galeano para ofrecerle entrenar con su equipo y con la
selección nacional infantil.
En los inicios con el equipo nacional fue suplente, porque la selección
infantil tenía a Joaquín Reyes como pitcher principal. Llegó a ser banca durante
un año. Hasta que un día, en 1965, en un partido en el que no pudo asistir
Reyes, Jaime lo reemplazó para ese juego. El entrenador se percató que Galeano
era o igual de mejor que Reyes, por lo que ya a los 11 años empezó a pitchar de
titular. Cuando terminó la secundaria, Galeano entró a estudiar el bachillerato
en el Nuevo Liceo Centroamericano. Con su picheo logró ubicar al colegio en
primer lugar durante los juegos estudiantiles de 1970 y 1971.
En
su casa todavía conserva el equipo de beisbol, ya que asegura que de vez en cuando
va los domingos a jugar softbol lento a las canchas de la Guatemala.
El Salto a la fama
En las gradas que conducen a la segunda planta de la casa de Jaime
Galeano, resalta un estante en donde él ha construido su santuario deportivo:
trofeos y medallas, premios que certifican su época dorada. Jade de Galeano,
esposa de Jaime, también guarda los recortes de los periódicos que alguna vez
hablaron de el zurdo Galeano. Mientras Jade explica el pasado de su esposo como
deportista, Galeano se queda concentrado, mirando sus trofeos. Señala uno en
especial y agrega: “ese lo gané en mi primera temporada de liga mayor con
Honda, cuando quedé como
Champion Pitcher, triple corona”, dice. El trofeo es de color dorado, mide unos 25
cm, y simula la silueta de un lanzador.
El primer brinco importante de la carrera de Galeano fue su paso al béisbol
mayor en 1972, con el equipo Honda, que dirigía Mario Flores, considerado el
mejor pitcher nacional.
Durante muchos años, Jaime se consolidó como pitcher ganador en las
temporadas, hecho que llamó la atención de los medios de comunicación y de las
ligas extranjeras.
El excelente momento que tuvo como lanzador lo llevó a la selección en
ese mismo año (1972), cuando a principios de diciembre fue al Mundial,
realizado en Nicaragua. Recuerda que fue
El Salvador quien inauguró la competencia al
vencer 3-1 a Brasil. Luego de ese encuentro, la selección salvadoreña
fue derrotada,
“Le piché a Italia, Estados Unidos, República Dominica, países que eran
considerados potencias, y aunque nos
ganaron, logré hacerles buenos puntos”, manifiesta Galeano, mientras empieza a
mostrar los recortes de periódicos, que hace un momento fue a sacar del cuarto.
En
su trayectoria deportiva viajó a diferentes países como Colombia, Cuba,
Venezuela, República Dominicana y todos los de Centroamérica.
David Nolasco, compañero de equipo durante muchos años en varios equipos
como Hispanoamérica, Onda, TACA y en la selección, sostiene que Jaime era muy
atento en las jugadas y aprendía mucho de cada jugador experimentado que veía.
Además de seguir indicaciones de su entrenador, su interés por aprender más le
llevó a conocer nuevas técnicas, sobre todo durante su participación en el
mundial.
Un sábado de diciembre durante de 1972, durante el mundial, recuerda
Nolasco, Jaime no quiso irse de la cancha 20 minutos después terminado el
partido. Él quería ver la forma en la que los otros dos equipos se batían en
duelo. Uno de los equipos era la selección de Japón, que buscaba acceder a cuartos de final en ese torneo.
Jaime siempre llevaba una libreta, en la que anotaba aquellas jugadas que le
asombraban. Era un autodidacta. Durante meses, Galeano pasó practicando lo que
su mente y libreta habían logrado captar del mundial. De las bolas rectas que
sabía tirar, empezaba hacer lanzamientos quebrados. En los juegos de temporada en la liga local
sorprendía a todo mundo, pues recetaba ponches a diestra y siniestra. No había
nadie cómo él en El Salvador. Y afuera de las fronteras se enteraron rápido.
En 1976, Los Leones de Guanajuato, equipo profesional de la liga
mexicana de béisbol, quiso hacerse del zurdo salvadoreño. Sin embargo, el
mánager de Jaime, de nombre Fernando Simán, no quiso dar el pase.
Jaime supo que querían ficharlo en México gracias a los rumores que
corrían en el equipo. Se enojó, no por la noticia, sino por ser el último que
se enteraba de todo. Así que se salió del entrenó y buscó a su manager, para
interrogarlo. Simán le confirmó la noticia, y le dijo que había declinado la
oferta porque “muy poco habían ofrecido por él”. Jaime le creyó, y a 36 años
después le sigue creyendo. En el fondo, sin embargo, sabe que esa fue la
oportunidad de oro para trascender internacionalmente. Y sabe, con dolor, que
la perdió para siempre.
Una noche para la historia
Fue un sábado por noche en el mes de noviembre de 1983. El saturnino
Bengoa estaba a tope. El Salvador, aún en plena guerra, tenía público que se
acercaba a los estadios de béisbol. La cartelera anunciaba un clásico: el
equipo Hispanoamérica contra su némesis, el Acero. Apenas disputaban puntos en
la liguilla, pero ese partido era como un clásico. Como si fuera un Barcelona
versus Real Madrid, salvadas las diferencias y los públicos.
La noche estaba perfecta, fresca. Jaime
llegó, desde el inicio, quebrando cinturas. Logró siete episodios sin un solo
hit anotado. El público aplaudía a lo loco con cada ponche. Sus compañeros se
emocionaban. Jaime no lo podía creer. De
hecho, no lo podía creer porque no sabía lo que estaba pasando. “No le digan
nada, no se ha dado cuenta de lo que está haciendo”, comentó su mánager, Ovidio
Lara, según recuerdan algunos de sus compañeros.
En la octava entrada Jaime barrió con tres
bateadores. Para la novena, antes de que acabara el penúltimo out por ponche, el
número 26, el público se puso de pie.
Eran 3 mil almas que se mordían las uñas.
El último lanzamiento, calcula David Nolasco, habrá viajado a 90 millas
por hora. Como si estuviera en una grabación a cámara lenta, el bateador apretó
el bate, se mordió los labios, cerró los ojos y abanicó… swing completo. “¡Strike!”,
gritó el ampáyer.
Jaime, atónito, vio que un mar de
gente se le acercaba. Le brincaron encima, le gritaban cosas ininteligibles.
Bramaban de alegría, de euforia, de éxtasis. Y Jaime, impávido, no caía en
cuenta que había impuesto un récord nacional. Un juego perfecto. Un partido con
19 ponches.
Pero ahora la leyenda lo es solo
para sus conocidos, y para los clientes que llegan a su panadería, y tienen la
curiosidad de volver a ver el cuadro de una noticia añeja en la que un
periodista se pregunta: ¿qué pasó con Jaime Galeano?
Y lo que pasó fue que en el año
2001, con 46 años, Jaime “El Zurdo” Galeano se alejó de las canchas.
Y entonces fue como si nunca
hubiera existido.
“Jaimito”
en su historial tiene 23 trofeos y 19
medallas, ocho de oro, seis de plata y cinco de bronce.
Redacción: Boris Gil
jueves, 22 de septiembre de 2016
Australia dará refugio a salvadoreños
El primer Ministro Australiano, Malcolm Turnbull, reveló que por el momento la iniciativa humanitaria solamente incluirá a refugiados de El Salvador, Guatemala y Honduras establecidos en un campamento en Costa Rica.
Estados Unidos anunció recientemente la creación de un centro de acogida de refugiados en Costa Rica, de los cuales, Australia aceptará una cantidad que todavía no ha sido revelada por las autoridades.
Actualmente, cerca de 10 mil salvadoreños viven de forma legal en Australia, la mayoría de ellos llegaron al país por el conflicto armado de la década de los 80.
Australia desarrolla un programa permanente de refugiados. Según datos oficiales, todos los años se otorga refugio a 18 mil personas provenientes de países en conflictos como Siria, Irak y ahora de El Salvador.
miércoles, 21 de septiembre de 2016
lunes, 19 de septiembre de 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)